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¿Es fea la fealdad? El valor de lo feo (página 2)




Enviado por Ricardo Peter



Partes: 1, 2

  • Los sacerdotes, que han padecido de un
    extraño narcisismo, por los menos los egipcios, se
    afeitaban o depilaban cada dos días con cremas
    depiladoras hecha a base de jugo de sicómoro, madera
    que también usaban para la cajas donde depositaban las
    momias), goma y pepino.

  • Pero no es todo. En una tumba del Reino medio (alrededor
    del 4000 a. C) se encontró una jarra de cosméticos
    a base de óxido de hierro, aceite vegetal y resina de goma
    e incluso se han encontrado otras jarras del 5000 a.C. con
    materia grasa, carbonato cálcico y óxido rojo de
    hierro que las señoras del Antiguo Egipto usaban para el
    maquillaje.

    Para los labios se usaba el ocre rojo, pues las mujeres
    egipcias se pintaban frecuentemente los labios de rojo o de color
    amarillo. Se pintaban las uñas de color blanco o rojo.
    Usaban substancias para resaltar los ojos con color verde (con
    pigmento de la malaquita verde, que es un mineral de carbonato de
    cobre) Más tardío fue el uso del color negro para
    los ojos.

    Las mujeres se afeitaban el cuerpo con navajas de bronce
    y usaban pinzas para depilarse y filtro solar para protegerse de
    las manchas y quemaduras del sol. A este propósito, en
    Ebers, 721 encontramos referencias para el tratamiento de las
    manchas de la cara y hasta para la distensión lograda a
    través de cremas limpiadoras.

    Otro documento de interés
    médico-cosmético, es el Papiro de Edwin Smith, que
    junto con el Papiro de Ebers, procede de la misma tumba de Tebas
    y actualmente propiedad de la Academia de Medicina de Nueva York.
    Escrito en el siglo XVII a, C, pero posiblemente basado en textos
    del 3000 a C, narra 48 casos de heridas de guerra y los
    tratamientos que las víctimas recibieron. Es el primer
    tratado de cirugía traumática y de las primeras
    descripciones de la reconstrucción de fracturas faciales,
    o sea, de cirugía plástica con una fórmula
    contra arrugas a base de urea, sustancia orgánica
    contenida en la orina de los vertebrados, que hasta el día
    de hoy se utiliza en cremas para la cara.

    El cuidado por la belleza no sólo se
    remonta a tiempos antiquísimos, sino que ha sido una
    espina universal. Los chinos, por su parte, hace 5000
    años, buscando retrasar el envejecimiento, comían
    testículos de fieras, práctica que sigue vigente en
    algunos rincones de latinoamérica con fines de acrecentar
    la potencia sexual masculina.

    La Biblia, en cambio, para retrasar el envejecimiento,
    propone su propia receta que ya muchos hombres de la tercera
    edad, en fin de vida, quisieran que les administraran antes de
    partir. En efecto, en 1. Reyes 1-4 se lee que junto al lecho del
    Rey David, anciano y enfermo, los médicos pusieron a la
    virgen más bella de Israel, Abisag…pero, David no
    la "conoció". ¿Virtud o debilidad
    energética? Es asunto para los exegetas.

    El padre de la medicina, Hipócrates, para
    mantenerse joven, aconsejaba una decena de hierbas. Platón
    proponía el ejercicio, Pitágoras, las dietas y en
    la Edad Media, se acostumbraba la carne de
    víbora.

    Celsus, conocido como el "Hipócrates latino",
    Aurelio Cornelio Celso, médico griego del 25 a.C. al 50
    d.C., considerado el padre de la cirugía plástica o
    cirugía de embellecimiento, reunió en su libro
    De Re médica, de ocho volúmenes, todo el
    conocimiento trasmitido por hindúes, árabes y
    egipcios, incluyendo consejos para mantenerse de aspecto
    juvenil.

    Se asegura que en la antigua Atenas había unos
    1200 gimnasios y en Roma se disponían de casi 3000
    baños termales con sus respectivos espacios para
    ejercicios y masajes. Poca cosa al lado de los 16. 000 gimnasios
    existentes hoy en día en los Estados Unidos, frecuentados
    por más de 30 millones de personas, sin contar los 3
    millones de personas que aproximadamente se suman cada
    año.

    En tiempos modernos, la preocupación
    por la belleza está más dominante y vigorosa que
    nunca. En efecto, en USA de 30.000 personas el 93/% de las
    mujeres y el 7 % de los hombres están acongojados por su
    belleza.

    Ahora bien, ¿qué
    propósitos se esconden detrás de todos estos
    esfuerzos por la figura y la forma física? A través
    de la historia, la "cultura" de la belleza ha perseguido dos
    objetivos:

    Para adecuar la naturaleza al patrón
    ideal, la "cultura" de la belleza no han dejado parte del cuerpo
    sin inspeccionar: arrugas, manchas, estrías, acne,
    obesidad, color de la piel, dimensión de los senos,
    debilidad muscular de los glúteos, laxitud de los senos,
    inconsistencia del vientre, etc.

    La lista de las herramientas para cumplir con los
    objetivos de reparar la naturaleza, de renovarla y superarla va
    desde los zapatos pequeños, corsets, dietas,
    dermopigmentación, liposucción, fajas modeladoras,
    cremas, lipoescutura, cirugía plástica,
    microexfoliación (o microdermabrasión),
    suministración de células embrionarias de oveja,
    terapia llevada a cabo en la clínica suiza del dr. Paul
    Nichans creador ya en 1931, de la Terapia Celular o Celuloterapia
    que consiste en la inyección intramuscular de micro
    tejidos, glándulas y órganos de origen
    mamífero en estado fetal, en general a término de
    la gestación. Más recientemente se ha propuesto el
    geroVital H3 de la Dra. Ana Aslan, inyecciones de botox (derivado
    de la toxina biológica botilinum) e inyecciones de
    cologeno (derivado de una proteína encontrada en tejidos,
    huesos y cartílagos de los bovinos), ambas funcionan como
    "relleno" y dura de 3 a 6 meses, "peeling" (o peladura
    química de la piel), entre otras.

    Sin embargo, del carácter funcional de la imagen
    que se caracteriza por la ausencia de sufrimiento por el propio
    aspecto físico, la "cultura" de la belleza provoca un
    estado obsesivo por la propia figura o silueta física que
    comporta sufrimiento y trastornos psiquiátricos, cuando,
    en realidad, en muchísimos casos, bastaría, una
    sudada diaria, no horas de ejercicios, en lugar de un
    estiramiento quirúrgico o pastillas
    rejuvenecedoras.

    Efectivamente, restaurar y rehacer, remendar y superar
    el estado de cosas donde se considera que la naturaleza se ha
    escurrido o ha desertado conlleva serios riesgos. Un
    boletín de la Escuela de la Salud Pública de la
    Universidad de Harvard registra 1500 casos anuales de material
    quirúrgico olvidado dentro de los pacientes (esponjas,
    vendas, tijeras, electrodos y otros). Especialmente en pacientes
    obesos. Y por otra parte, hay que destacar las consecuencias que
    conlleva la cirugía plástica en términos de
    dolor, hinchazón, nuevas cicatrices, moretones y los
    peligros de ciertas prácticas como las inyecciones para
    aumentar el volumen de los senos y glúteos.

    La verdad es que a lo largo de los siglos se ha visto
    que los productos cosméticos no funcionan más que
    el agua y que, algunos de ellos, ponen la vida en peligro. Es el
    caso de los extractos tiroideos, las vendas frías que
    colocan sobre las piernas y glúteos de las aspirantes a
    Miss Universo y las cremas de mentol. Estos productos o queman la
    glándula tiroides o causan reacciones alérgicas o
    no llegan a donde se encuentra la grasa.

    Quemar o no
    quemar grasa: este es el dilema

    Las pautas culturales de la "cultura" de la
    belleza descargan prejuicios contra el cuerpo de hombres y
    mujeres, pero especialmente contra la silueta femenina en general
    y de manera específica contra el vientre, las caderas y
    sus alrededores (nalgas, estrías y piernas gruesas)
    derribando, en quienes sucumben ante este tiroteo de prejuicios,
    la seguridad y la autoestima. Justamente, "no hay vida más
    allá de los 35 años, ha diagnosticado para las
    mujeres, un modista de Victoria"s Secret.

    Una cultura despreciativa o el aprendizaje del odio
    al propio cuerpo.

    El impuesto a la belleza: en el mes de noviembre del
    2007, Gonzalo Otálora, de 31 años, escritor, armado
    con un megáfono, reclamó frente a la Casa Rosada,
    en Buenos Aires, por los derechos de aquellas personas que la
    sociedad juzga feas. En esa ocasión, el argentino
    lanzó una campaña para cobrar impuestos a las
    personas consideradas lindas, con el fin de compensar por sus
    padecimientos a aquellos que supuestamente han sido menos
    favorecidos por la naturaleza.

    La iniciativa suscitó la curiosidad de la BBC de
    Londres que le dedicó un espacio en su informativo
    virtual. Pero más allá de la nota de colorido
    amarillo, estaríamos ofuscados si no nos
    confesáramos a nosotros mismos la influencia que tiene la
    "cultura" de la belleza en espacios sociales no sólo como
    las relaciones interpersonales en que cada día
    sueña con transformar su sapo en príncipe, sino en
    ámbitos como la política, las empresas, la
    educación…y la cirugía
    reconstructiva.

    ¿Qué sucede cuando una mujer gorda,
    juzgada como fea, se presenta a solicitar trabajo de relaciones
    públicas, desea ser actriz, trabajar como modelo o
    comunicadora de la televisión? De algún modo, esa
    mujer ésta previamente reprobada pues para obtener uno de
    esos puestos es requisito que sea bella.

    Gonzalo Otálora, autor del libro "Feo", narra en
    primera persona, las penurias que ha sufrido por su presunta
    carencia de belleza: "Mi historia, afirma, es la de un chico con
    anteojos, frenos y muchos granos, de quien se burlaban sus
    compañeros en la escuela, a quien las chicas rechazaban en
    las discotecas y que después, cuando buscaba empleo, se
    sentía tan feo e inseguro que no conseguía
    nada".

    Debido a los parámetros culturales de belleza,
    las personas, especialmente las mujeres que suelen ser muy
    autoexigentes en este terreno, tienden a ubicarse en la
    categoría de las poco favorecidas. Al colocarse en la zona
    de las "antiestéticas", afirman y cargan de por vida con
    la propia autodesvalorización. En otras palabras, son las
    primeras en discriminarse, destilando una especie de veneno que
    es el odio hacía sí mismas. De la misma creencia
    era Gonzalo Otálora: "Yo pensé que si hacía
    dieta, iba todos los días al gimnasio y me sometía
    a una cirugía estética podía ser feliz. Y me
    di cuenta de que hice todo eso y no me sentía pleno. No me
    cambió la vida".

    En el servicio de BBC Mundo, Gonzalo Otálora
    detalla algunos asuntos que, a su juicio, deberían
    debatirse: "que en los desfiles de moda estén
    representadas todas las contexturas físicas, que en la
    escuela se cree un ambiente que desaliente las burlas y que se
    controle la importancia que dan las empresas a la apariencia al
    seleccionar personal". Y concluye con un consejo a sus
    "semejantes": "Yo me reconcilié conmigo cuando me
    miré al espejo, dejé de juzgarme y empecé a
    quererme. Y a los contratiempos respondí con
    humor".

    Dos ejes fundamentales sostienen la cultura
    contemporánea: la preocupación por el cuerpo y la
    juventud. Oscila entre el peso y la edad. En efecto, "en ninguna
    época de la historia de la humanidad se ha conocido la
    preocupación que se vive actualmente por la edad y por el
    aspecto físico…nunca se había conocido el
    menosprecio actual por el deterioro físico y el
    envejecimiento" [1]

    Las gordas piensan que si hacen ejercicios, van a ser
    aceptadas y las feas especulan que si no se someten a
    cirugía plástica, ningún galán les
    abrirá su corazón y las puertas del trabajo se
    verán cerradas para ellas.

    Ignoran que en nuestra cultura, como pregonó
    Boris Vian en su novela Que se mueran los feos (Et on
    tuera tous les affreux), escrito en 1948 con el pseudónimo
    de Vernon Sullivan, que a los "horribles", les toca pagar por los
    dotados de hermosura.

    Rocky Bailey, el protagonista, de la novela
    Que se mueran los feos, se ve enredado por
    investigaciones genéticas que lleva a cabo el utopista
    doctor Schultz, que se propone convertir la raza humana de fea y
    endeble en hermosa y hercúlea. Para lo cual, el proyecto
    requiere de óvulos y esperma de primera clase. El asunto
    se complica o degenera debido a que los ayudantes del doctor
    Schultz, menos utopistas y más interesados al
    business, sacan partido al programa vendiendo fotos
    pornos tomadas durante los experimentos con fines
    genéticos.

    De esta manera, el protagonista es secuestrado para que
    ofrezca sus fornidos espermatozoides, pero a su vez, es
    investigado por una pluralidad de sujetos (periodistas, mafiosos,
    policías, ninfómanas, etc.) que dan entretenimiento
    y movimiento a la trama.

    Que se mueran los feos no está
    considerada la mejor novela de Boris Vian, pero si es,
    según la crítica, la más divertida y
    también, la más apropiada para encuadrar
    socialmente cultura de la belleza hoy en día.

    ¿Por qué hacemos referencias a Boris Vian?
    Porque su obra Que se mueran los feos es, ante todo, un
    manifiesto insolente pero acertado contra la "cultura" de la
    belleza.

    Ante todo, la
    belleza no es natural, sino cultural

    No hay nada en la naturaleza que pueda calificarse de
    feo. La fealdad no es una propiedad de la naturaleza, sino de la
    cultura. Esto significa que belleza y fealdad son relativas como
    las modas, las usanzas, las novedades, los estilos, los gustos,
    las costumbres y las manías. Se trata de usanzas,
    novedades, estilos, gustos y manías definidos no desde las
    cualidades humanas, sino desde satisfacciones de minorías
    (modistas, diseñadores, modelos, artistas de la
    originalidad, creadores caprichosos, árbitros de la
    elegancia, estilos despóticos y tiránicos), de
    sujetos volubles, de voluntades inconsistentes. Sin embargo, como
    alega Paul Valéry, lo que ha sido creído por todos
    siempre y en todas partes, tiene todas las posibilidades de ser
    falso.

    A tal punto se ha sujetado el valor de la persona a la
    personalidad (esencialmente a lo físico) que, según
    el sociólogo Niccola Squicciarino, "nuestra experiencia
    ante los demás es el resultado de la arquitectura
    anatómica del cuerpo y de todas sus modalidades
    expresivas".

    La preocupación por el aspecto
    físico acaba con el aspecto de la mente. De esta manera se
    han atacado las defensas psíquicas de la persona. Como se
    lamentaba una mujer en una entrevista: "Tantos años para
    conseguir la igualdad de derechos con los hombres y una libertad
    personal, para acabar (nosotras solitas) deprimiéndonos
    porque no tenemos un trasero de anuncio o una mirada de
    terciopelo" (p. 35).

    La deformidad
    hermosa [2]

    Si la realidad golpeara directamente
    nuestros sentidos y nuestra conciencia, y si pudiéramos
    entrar en comunicación inmediata con las cosas y con
    nosotros mismos, creo realmente que el arte sería
    inútil".

    Henri Bergson

    O sea, la estética, para decirla
    con Bergson, sería inútil. La estética ha
    estado referida a lo bello, lo bello a lo bueno y lo bueno a la
    verdad y ésta última, como en una cadena de
    circuito cerrado, ha vuelto a lo bueno y a lo bello, dando lugar
    a un círculo vicioso: la verdad es lo bello y lo bello es
    también la forma estética de la verdad, sin
    embargo, la verdad del cristianismo, un hombre crucificado, es
    horripilante en sí misma. Así la vieron los paganos
    que ya a mediados del segundo siglo se burlaban de los cristianos
    calificando a su dios de burro, como documenta la pequeña
    pintura de un burro crucificado en los Foros romanos. Pero para
    los cristianos, ese ser atormentado es la verdad, es lo bueno y
    es lo bello.

    ¿Cual es el modelo natural de la
    belleza?

    No existe un modelo natural de lo bello, sino un modelo
    socio-cultural de lo que naturalmente debería ser la
    belleza. El modelo de la belleza es inventado, como los
    términos que se usan para hablar de la belleza. Lo que
    admiramos como bello no es pues la belleza en sí, sino una
    modalidad socio-cultural de la belleza que cambia de época
    a época.

    Kierkegaard en O lo Uno o lo Otro (2
    vols., 1843), advierte de un peligro que cuelga sobre el hombre.
    A este propósito describe dos esferas o ámbitos de
    existencia entre las que podía escoger el individuo: la
    estética y la ética. Según Kierkegaard el
    hombre occidental ha escogido la estética, la vía
    del hedonismo, de la voluptuosidad, del mero goce sensual, que al
    cultivar y valorar la apariencia, la novedad, la imagen, para
    evitar el aburrimiento, conduce al individuo al rechazo de la
    realidad y, por consiguiente a la desesperación, mientras
    la modalidad ética, que es la vía de la
    aceptación, que conduce al hombre a la valoración
    de la realidad tal cual se manifiesta, a lo que es, ha sido
    descartada.

    Sin embargo, hay quienes manejan alternativas a la
    elección de la estética. En el cuento de Leprince
    de Beaumont, publicado en 1757 en el volumen de cuentos El
    almacén de los niños
    , la autora narra la
    relación entre una joven bella y un hombre con figura de
    animal. En este caso, la opción de la esfera ética
    permite superar la repugnancia ante el aspecto, ante la
    envoltura, la exterioridad, de animal. Desde el paisaje del amor,
    como dice una canción, la fealdad se trasmuta en beldad.
    En efecto, la bella del cuento se entrega a su anfitrión y
    ve recompensada su bondad, cuando la bestia es liberada de su
    sortilegio gracias al amor de la joven. Ahora, desde esta
    opción, aquél que a otros ojos parecía un
    rudo animal, resulta ser un príncipe
    encantador.

    También la fealdad se convierte en belleza en El
    fantasma de la ópera, de Gaston Leroux y en algo
    espléndido en El patito feo de H. C. Andersen

    Y en la mitología griega, en la Ilíada de
    Homero, la diosa del amor y la belleza,
    Afrodita[3]que corresponde a la Venus romana, hija
    de Zeus y Dione, una de sus consortes, es la mujer de Hefesto, el
    feo y cojo dios del fuego, aunque posteriormente figura como la
    esposa de Ares, dios de la guerra, y amante del hermoso
    Adonis.

    Se nos puede ocurrir, que una línea
    torcida está deformada, alejada de su paradigma que, como
    línea, sería la recta. Pero, esta percepción
    es relativa pues para Gustave Flaubert (1821-1880), novelista
    francés, de la escuela realista, "tal vez la falla estuvo
    en la línea recta" y no en la torcida.

    ¿No podría entonces ser la fealdad un
    "sortilegio de la razón" como en La bella y la bestia, en
    El fantasma de la Opera y en El Patito Feo y en tantas "ranas"
    liberadas de su encantamiento?

    Pareciera, entonces, que la fealdad no es una propiedad
    de la naturaleza, sino un resultado de los procesos perceptivos y
    de sus "postulados".

    El universo no va sujeto a modas ni a criterios
    estéticos. La pesada carga metafísica de los
    valores estéticos son productos del hombre. De aquí
    que la estética establecida por el hombre no corresponde a
    lo que se manifiesta en el universo.

    Pero, sigue en pie nuestra pregunta: ¿desde donde
    irrumpe el calificativo de feo?

    Lo feo irrumpe desde la razón. La razón
    desarmoniza la naturaleza, dividiéndola en fealdad y
    belleza, pero en el universo esa calificación,
    decíamos, no encuentra respaldo. La mente racional plasma
    sobre la naturaleza una visión despectiva estableciendo en
    ella imperfecciones donde encuentra modos de ser parciales,
    inconclusos, inacabados, incompletos, que descalifica, rechaza o
    pretende arreglar, modificar.

     

     

    Autor:

    Dr. Ricardo Peter

    [1] J. Bonet y Anna Caballé, Mi vida
    es mía. 2363 mujeres descubren su intimidad a partir de
    sus diarios personales, p. 31. Plaza & Janés
    Editores, Barcelona, 2001.

    [2] Carta de Cristóbal Colón a
    los Reyes de España anunciando el descubrimiento de
    América. Con la expresión “deformidad
    hermosa” Colón califica la vegetación,
    exhuberante y sin podas, del Nuevo Mundo.

    [3] Afrodita: su nombre puede traducirse como
    'nacida de la espuma'

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